domingo, 7 de febrero de 2010

Una nota periodistica sobre la profesion

Diario Perfil


Domingo 01 de Julio - Año II Nº 0185 - Buenos Aires, Argentina

Una profesion cuestionada: Crecen las denuncias de mala praxis contra abogados


Después de los médicos, son los profesionales que más demandas reciben. Errores en los escritos, falta de fundamentos en las apelaciones y ausencias sin aviso en una audiencia son algunas de las fallas más habituales. Desde los tribunales de disciplina y los cursos de ética se intenta disminuir esta problemática. Mientras tanto, muchos clientes sufren daños irreparables.

Por Gabriela Manuli

La combinación es explosiva. La Federación Argentina de Colegios de Abogados calcula que hay 100 mil profesionales del derecho ejerciendo en todo el país. Cada año, sólo la UBA aporta al mundo laboral más de 3 mil nuevos letrados (y va en aumento) y sólo en Capital Federal se calcula que trabajan 45.000 (o sea, 1 profesional por cada 62 porteños). En medio de esta superpoblación, se suma otro dato que confirman las aseguradoras: después de las denuncias por mala praxis de médicos, siguen los abogados. La jurisprudencia consigna condenas por dejar prescribir una causa o no defender de forma correcta los intereses del cliente.

Uno de los últimos casos se cerró en abril pasado. Nilda Romano logró que su ex abogado le pagara 80 mil pesos. En un juicio por un accidente de tránsito, su letrado no objetó una pericia médica fundamental, dejó vencer una instancia y, como apeló fuera de término, no se pudo reabrir el proceso. La Cámara Civil lo responsabilizó por la “pérdida de chance” de su ex clienta. Las denuncias de mala praxis por no respetar los vencimientos de los plazos están en el tope del ranking de responsabilidad profesional.

Tiempo límite. “Este tema es bastante complicado. Los juicios tienen plazos muy cortos, y varían. Basta que uno tenga una confusión para que pueda llegar a perder un juicio. Creo que no debe existir abogado en el país que no haya dejado vencer una instancia. Es imposible, y más en las condiciones en que se trabaja, muy deficientes, el recargo de trabajo en los Tribunales, la lentitud de los juicios”, señala un abogado que prefiere mantenerse en el anonimato. Sin embargo, aunque es un tema común, la clave radica en la forma de abordarlo. “Uno lo conversa con el cliente, no lo oculta y trata de arreglarlo. La diferencia está en si el error genera un perjuicio solucionable o acarrea la pérdida de todo el juicio”, agrega.

En el ranking de mala praxis también figuran problemas como no presentar de forma correcta los escritos de apelación, no buscar o presentar la prueba, y extremos como dejar a un cliente sin defensa en el medio de una audiencia.

“Así como los malos médicos pueden causar terribles daños, los malos abogados pueden ocasionar perjuicios irreparables para sus clientes. Esto se da cuando el abogado desatiende el asunto confiado, no se ocupa de su seguimiento, antepone intereses personales por sobre los de su cliente, deja pasar los plazos del juicio sin activarlo o no apela una decisión judicial que perjudica a su cliente, por citar algunos ejemplos”, señala Juan María Rodríguez Estévez, director del Programa de Entrenamiento para Abogados de FORES (ver recuadro).

A todo esto se suma el contexto de crisis socioeconómica de los últimos años, que lleva a algunos profesionales a tomar muchos más casos que en años anteriores para poder vivir. “Tenemos que tener en cuenta que hay una superpoblación de abogados terrible: es una jauría, una jungla de cemento. La gente joven, con tal de agarrar un asunto, no cobra nada. Hay una competencia desleal. Abogados recién recibidos que no pueden darse el lujo de decir yo me dedico a tal cosa toman de todo, y a lo mejor no saben cómo se hace”, diagnostica Ofelia Rosenkranz, vicepresidenta primera del Tribunal de Disciplina del Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires (ver recuadro). Muchas veces, aunque en la Facultad se hayan especializado en un área, para insertarse laboralmente trabajan en otras.

Vanesa Di Cataldo es abogada, especialista en Daños, y tiene una larga lista de procesos contra colegas: “Aparentemente, la creencia popular dice que no nos equivocamos tanto como los médicos, eso es lo que piensan, pero yo creo que, a diferencia de los médicos, nuestro error muchas veces está basado en esa confianza que deja el cliente en nosotros. Hay quien la aprovecha mal, y la usa para abusar de ella, y así decir que un juicio va bien, cuando no va, decir que se está ocupando cuando no lo está haciendo, y así se producen los errores, y otras veces, a fin de taparlos, se incurre en mala fe”.


En primera persona. Mariela tiene 48 años, es consultora financiera y una de las clientas del estudio. Ella pidió no dar a conocer su identidad porque su juicio aún está en trámite. Su experiencia muestra, como tantas otras, el vínculo de confianza y la inexperiencia que muchas veces obstaculiza detectar el error de un abogado.

—¿Cómo comenzó todo?

—Debido a una serie de excesos de autoridad y abusos económicos que estaban ocurriendo con todo el personal en mi lugar de trabajo, decidí asesorarme legalmente pues, según entendí, estaba en condiciones de considerarme despedida e iniciar juicio contra mi empleador. Como había tenido malas experiencias anteriores, esta vez puse mi caso en manos de alguien de confianza de un familiar. Tenía todo documentado. Me ocupé de recolectar todo el material referido a mi persona que podía ser probatorio en juicio y lo fui organizando por tema, fecha, etc. En el mismo momento en que decidimos iniciar el juicio, le entregué a mi abogado dos biblioratos con documentación perfectamente organizada. Sin embargo, al momento de presentar la demanda, varios meses más tarde, no acompañó un solo papel como prueba. La famosa demanda eran simplemente cinco hojas escritas, donde no sólo cometió errores graves en el relato de los hechos que yo le había explicado y documentado sino que solicitó una suma de dinero exorbitante, la cual conocí sólo al pedirle una copia de la demanda.

—¿Qué pasó con toda la documentación?

—Después de dos años, al llegar el momento en que el juzgado lo obligaba a presentar la prueba, envió los documentos el último día en el plazo de gracia. Mandó a su secretaria, quien llegó tarde al juzgado y por ese motivo la prueba fue rechazada. Cuando me enteré (varios días después, cuando no tuvo más remedio que decirlo), fue un verdadero calvario que derivó en otro: un año entero (y ya iban tres desde el inicio del reclamo) teniéndole una paciencia absoluta mientras trataba de remontar su error armando una trama increíble de mentiras sin conseguirlo. Cuando consulté a otros abogados, todos los que vi me aconsejaron aceptar el dinero ofrecido por la demandada (cualquiera fuera la suma) y hacerle juicio al profesional por mala praxis, porque no cumplir los tiempos procesales se consideraba una falta tan primordial que ningún juzgado podía aceptar un reclamo. ¿Y entonces qué hacíamos desde hacía un año yendo de audiencia en audiencia para lograr que aceptaran la prueba?

Los problemas para Mariela aumentaron día a día. El abogado terminó renunciando al mandato y dejándola “a la buena de Dios”. Más allá de sus esfuerzos, el juicio no prosperó. “La desidia y la soberbia del profesional que me asesoró dieron por tierra con mi derecho a reclamar correctamente, y me condenó a un premio consuelo y a un segundo juicio”, se lamenta.

En el fuero laboral también la mala praxis dice presente. La ecuación es clara: a las indemnizaciones altas hay que sumar muchas víctimas pobres. Hay quienes toman juicios a granel (bolseros), tratan de llegar a un arreglo en las mediaciones y, si la situación no prospera, abandonan a su cliente. “Algunos abogados de sindicatos viven de la cantidad de juicios (más allá de llevarlos bien o mal). Muchas veces arreglan porcentajes mínimos, llevando al trabajador a renunciar a una cantidad de derechos, porque es más rápido, simple y ágil”, señala un abogado especializado (con el grabador apagado). “También se dan los casos de arreglos entre abogados, sobre todo en lo laboral, donde el trabajador está más indefenso. A mí me ofrecieron plata muchas veces, está en uno rechazarlo”, reconoce.

Los abogados no son ajenos a todas estas tramas y denuncias. Según una encuesta realizada el año pasado por el sitio especializado Diario Judicial, 8 de cada 10 letrados no confían en sus colegas. Casi la mitad de los consultados cree, además, que el nivel de la profesión es regular. Ya sean causas o consecuencias, el desprestigio de la profesión, la falta de confianza y las sospechas crecientes se instalaron en los Tribunales y se reflejan en cientos de expedientes en trámite. Y la tendencia, lejos de frenarse, continúa en aumento geométrico.

Fuente: http://www.diarioperfil.com.ar/edimp/0185/articulo.php?art=2381&ed=0185

1 comentario:

  1. La verdad, bastante triste la nota. Ojalá se pueda revertir la situación y volver a dignificar la profesión y que quienes la ejerzan lo hagan con un sentido de responsabilidad y compromiso, más allá de los intereses particulares que cada cual defienda.

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